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miércoles, 30 de enero de 2008

El Pearl Harbor puertorriqueño


El día que deberá vivir en la infamia

Por Cancio Ortiz de la Renta
(Fuente: El Nuevo Día)

In Memoriam del Comandante Retirado don Victoriano Enrique Gutiérrez Castañeda, 1830-1899

El 7 de diciembre de 1941 amaneció a las 6:56 am . La aviación naval japonesa atacó a las 8 de la mañana, a plena luz del día, su objetivo militar de Pearl Harbor, Hawái. El conflicto que se iniciaba era ampliamente conocido y esperado por provocado. Hasta el gobierno holandés lo había advertido por lo que quedaron sorprendidos de la sorpresa norteamericana. En declaraciones ante su Congreso Roosevelt señaló que será “El día que deberá vivir en la infamia”.

El jueves 12 de mayo de 1898 los buques de guerra se acercaron hasta 1500 metros de la costa atacando a las 5 de la madrugada en plena oscuridad y a boca de jarro. Ese día amanecería a las 6:56 am . No se avisó a civiles o extranjeros que dormían ni se respetaron las leyes de la guerra civilizada vigentes. Dicha fechoría fue acerbamente criticada en la prensa extranjera. San Juan no era un blanco militar sino una antigua e histórica ciudad muy densamente poblada, 32.000 habitantes en los 2,6 kilómetros cuadrados bombardeados. Sampson llevaba días pendientes de la escuadra del Almirante Cervera y sabía que allí no se encontraba.

Pasados 109 años del ataque a San Juan y 66 de Pearl Harbor resulta inaceptable que se perpetúen confusiones que no existen sobre hechos concretos que ya son parte de una historia remota. No así sus consecuencias.

No se trató de una guerra sino de un asalto avieso largamente estudiado contra un país que se encontraba en paz salvo por las reyertas internas provocadas por el futuro invasor. En el caso de Puerto Rico de una provincia española floreciente y sin deudas, palabras de McKinley publicadas por William Randolph Hearst en 1899, pasamos a ser una colonia sin futuro y endeudada intencionalmente y de tal forma que nunca podamos pagarla.

Para nosotros también existen infamias que se perpetúan con el agravante de la artera nocturnidad y de sus víctimas civiles.